martes, 14 de septiembre de 2010

Anarquismo y Parlamentarismo

Con frecuencia se tachan o bien de impracticables, utópicos, o bien de punibles, todos aquellos sistemas políticos ajenos al parlamentarismo.

Bien, comparto la segunda opinión con respecto a los sistemas políticos tiránicos, como es el caso de oligarquías y fascismos. Mas en absoluto lo hago con los sistemas que profesan la igualdad de las personas, la libertad y la solidaridad. Contra éstos, el sistema actualmente imperante (el parlamentarismo o democracia indirecta) ha inculcado en las masas la opinión sorprendentemente injustificada de que son del todo utópicos, imposibles, fantásticos, y un lunático todo quien los abandere. Resulta estremecedor con qué extensión se halla este "germen ideológico" hospedado en las mentes de las más de las personas. Con falaces argumentos tales como la supuesta naturaleza malvada del ser humano, como si existiera algún gen de la perversión, la mayoría de la población pretende sostener el carácter utópico de ideologías como el anarquismo o comunismo libertario.

Surgiría el caos”, “Son necesarios cuerpos represivos para que se dé el orden en la sociedad”, “En seguida surgirían jefes, porque siempre alguien acaba imponiéndose por la fuerza”, son los mediocres argumentos de estas gentes, abocadas a un pesimismo patético y propio del perdedor que se da por vencido sin siquiera haber tratado de vencer.

Nadie puede asegurar que no puede existir una sociedad respetuosa (u ordenada si se prefiere) en ausencia de jefes o cualquier tipo de autoridad, y en cambio las tribus que aún sobreviven viven en paz sin jefes (léase cualquier monografía antropológica). Cierto es que tienen líderes, pero un líder supone una figura muy lejana a un jefe, en tanto que aquél es alguien que guía al grupo, y no que lo somete; es quien más se sacrifica por el grupo, y no quien lo ignora; puede ser restituido en cualquier momento de su cargo por los demás, y no ostenta un cargo prácticamente intocable; se gana su posición por sus acciones, y no por medio de demagogias, zalamerías, promesas luego incumplidas y, en última instancia, la fuerza bruta.

Con todo esto a modo de introducción, quisiera realizar un breve análisis del sistema político que, a pesar de causar profundos orgasmos al nombrarlo en quienes se benefician del mismo, a muchos nos es impuesto cual dictadura; una dictadura descaradamente disfrazada de democracia, disfrazada de autonomía y libertad.

Pero, ¿por qué digo que el parlamentarismo es impuesto? Por tres razones, que a continuación expongo:

  1. Sencilla y llanamente porque todxs [léase la “x” como “@”] tenemos el derecho natural de vivir según nos plazca, lo que incluye todo tipo de sistemas y reglas habidas y por haber.

  2. Porque a partir del voto (dedicaré otro artículo crítico al sistema electoral) no decides absolutamente nada, sino que se te imponen todo tipo de leyes que pueden no representarte aunque provengan del partido que tú votaste o bien porque proceden del partido opuesto; es decir, votes a quien votes, siempre existe la probabilidad de que te fastidien y minen tu bienestar, probabilidad que acaba materializándose aun desde los partidos más insospechados, como así lo atestiguan las medidas anti-obrerxs ejercidas por nada más y nada menos que el llamado Partido Socialista OBRERO Español durante estas fechas (Setiembre 2010). ¿Qué esperanza hay si quienes supuestamente defienden a lxs trabajadorxs los perjudican?

  3. Porque aunque desees con todas tus fuerzas independizarte del parlamentarismo (o de cualquier otro sistema político con jefes), éste no sólo impera en sus dominios legítimos, como son las ciudades y poblaciones habitadas por personas que realmente quieren someterse al parlamentarismo, sino que alcanza todas las tierras de los alrededores, se adueña de la Naturaleza y de todo lo posible aunque no vivan allí seres humanos. Fijaos, un sistema humano que rige en lugares donde no hay humanos (¡qué coherencia!), y si te aíslas al campo junto con una comunidad que comparta tus ideas políticas, siempre habrá unas leyes por encima de ti y no elegidas por ti.

Luego hablan de libertad cuando existen leyes impuestas por una oligarquía que, a partir del voto, hace lo que le da la gana y más. ¡Se atreven a hablar de autonomía! ¡Autonomía= propias leyes, y no =leyes de otros!

Bien, ahora que ha sido demolido el aspecto más “puro” del parlamentarismo, es decir, lxs políticxs y sus decisiones parlamentarias, cabe preguntarle a alguien anarquista: “Bien, entonces ¿qué nos puede ofrecer tu sistema político?”.

El anarquismo, frente a toda la imposición que ejecuta el parlamentarismo, se basa en el asamblerismo (de “asamblea”) o democracia DIRECTA (es decir, ejercida directamente por cada persona y no por medio de “representantes”); se basa en asambleas respetuosas y ordenadas, con un posible modelo de moderador rotativo, el moderador/a útil para asegurar la participación de todxs lxs presentes, y con decisiones consensuadas para no beneficiar ni a mayorías ni a minorías. ¿Que es difícil llegar a conclusiones consensuadas? Aquí entra otro aspecto fundamental del anarquismo: se estructura en comunidades pequeñas y autónomas (al menos a nivel político, por lo que podría existir comercio de trueque entre ciertas comunidades para intercambiar productos de las que otras carezcan). Y si sigue resultando difícil la decisión, se alarga la asamblea tanto como sea conveniente, pues más vale invertir mucho tiempo en decisiones que afectarán tu vida que delegárselas a otras personas habiendo perdido sólo el instante de soltar un sobre en una urna.


Hasta aquí la exposición comparativa entre el parlamentarismo (en sentido más estricto) y el anarquismo. Habrá más.

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