jueves, 16 de septiembre de 2010

El podrido sistema electoral

Cada cuatro años tiene lugar el momento más dramático o crítico del parlamentarismo: las elecciones. Es entonces tiempo de decidir o bien si aceptas todo su macabro juego y delegas tu autonomía y tu dignidad a algún político o si, por el contrario, te reservas tu voto y con él tu libertad y autogestión, aunque luego no te sea ello reconocido y se te imponga el parlamentarismo de todas maneras. Así de "democrático" es el parlamentarismo: votes o no, se te impone.

Empecemos con las críticas al sistema electoral:

1. Se te ofrecen únicamente partidos de derechas. Pues, ¿qué abandera la izquierda desde sus inicios (Revolución Francesa)? La Igualdad, la Libertad y la Fraternidad. Y ¿qué abanderan los partidos políticos "de izquierdas"? Desigualdad, porque están por encima de la población, mandan sobre ella, le imponen sus leyes; Opresión, porque se sustentan en la violencia usada por los cuerpos del desorden y en unas leyes que nadie decidió; Egoísmo, porque perpetúan un sistema económico, el capitalismo, que se basa en "sobrevive como puedas", ese "puedas" prácticamente falto de limitaciones éticas.
Así que ésa es la triste realidad: aunque seas de izquierdas, nunca se verá tal ideología representada en el sistema, sencillamente porque sus preceptos van opuestos a los del parlamentarismo y su desigualdad, opresión y egoísmo.
El parlamentarismo, pues, es un sistema para la clase burguesa.

2. El ausentismo electoral (no votar) se ignora por completo. Si la gente no vota será porque no está conforme con el sistema, o porque no le interesa la política, motivos ambos que habrían de preocupar a lxs políticxs. En lugar de eso, toman la opción más fácil y egoísta: mirar a otro lado. En realidad, no votar es en la práctica igual que votar, porque se te va a imponer un gobierno de todas maneras.

3. Cuando alguien vota, no tiene ninguna garantía de que se vayan a tomar medidas parlamentarias que le beneficiarán. Se trata de una ingenua fe ciega, casi religiosa, estúpida. Tras tantos ejemplos como hay de partidos que traicionan a la clase trabajadora, lxs votantes siguen confiando en ellxs, muy al estilo "si te pegan en una mejilla, pon la otra", es decir, idiota total, con perdón de la expresión.
En cuanto a quienes votan partidos de la derecha declarada, no merecen ni una línea más aquí, tal me semeja su sublime idiotez.

4. Nadie conoce quién efectúa los recuentos finales de votos, ni cómo se hacen exactamente, sino que simplemente te cuentan que lo lleva a cabo un ordenador. Pero existe fácilmente la posibilidad de que sean manipulados.

5. A partir del voto, y esto es lo más grave a nivel de inteligencia, ningún votante decide nada ni pinta nada en las decisiones del gobierno, hecho a mi parecer propio de pura inmadurez personal o bien pura gilipollez integral, con perdón de la expresión. ¿Acaso no somos capaces de gestionar nosotrxs mismxs nuestra propia vida?

6. La democracia parlamentaria es la guerra de las mayorías. Millones de personas dan su voto para sumar el máximo número de ellos y así vencer a los otros millones de votantes. Por consiguiente, se instaura una dictadura de la mayoría, pues se ignora a toda la parte perdedora de las elecciones, a quienes sólo les queda la alentadora posibilidad de cerrar la boca ante ello.
Además, basta con apenas el 51% de votos para un partido para que éste se impone, con lo que queda insatisfecho todo el otro 49% de votantes, además de quienes no votaron. Si consideramos, pues, que en España (territorio de la Tierra delimitado por fronteras ficticias para poder justificar un Estado) somos unos 47 millones de personas, y recreamos una situación en que todxs lxs ciudadanxs votaran y el partido ganador consiguiera el 60% de los votos, habría un 40% de personas insatisfechas e infelices durante los subsiguientes 4 años, lo que se traduce en nada más y nada menos que 18'8 MILLONES de personas. Si consideramos la misma situación pero con un 51% de mayoría absoluta, habría entonces 23 millones de personas insatisfechas, situación que puede darse perfectamente; un sistema en el que puede haber tanta gente insatisfecha en absoluto puede considerarse bueno.

7. Los chanchullos entre los partidos tras el resultado del recuento final de los votos es algo que
me inspira profunda desazón. Ansiosos por el poder, quienes consiguieron menos votos se disponene a negociar coaliciones con otros partidos, todo ello sin consentimiento alguno de lxs votantes. ¿Qué pasa si no quieres que un partido que ha formado coalición con el que tú votaste esté en el poder y te gobierne? Eso a lxs políticxs no les importa, sino el poder, hasta el extremo de llegar a formar coalición partidos desde siempre rivales como el PSOE y el PP en el País Vasco.

Si después de todo eso sigues votando, no sé qué diablos te motivará para hacerlo.


Hasta aquí la crítica al sistema electoral del parlamentarismo. Habrá más.

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